viernes, 4 de junio de 2010


Tocan la puerta,
ábrele al olvido,
salúdame a tu madre,
di que sólo soy tu amigo.
Sácale una silla,
déjala esperando,
mira cómo brilla,
el mar que te he dejado.
Léele mis versos,
abrázala como a mí,
¿son iguales sus besos?
negros carmesí.
Invítala a tu cuarto,
siéntela como a mí,
dime si te ama
como te amo yo a ti.
Préstale tu ropa,
invítala a vivir,
dime si su boca,
te hace lo que yo te hice sentir.
Y cuando se haya dormido,
porfa háblale de mi,
cuéntale que sufres,
desde el día que me fui.
Dile que me amas,
que no puedes vivir así,
y si es que te escucha,
arráncale el corazón,
como me lo arrancaste a mí.
Estarás seguro de nuevo,
muerta yace la soledad,
ahora acompáñate del miedo
o tente un poco de piedad.
¿A qué le tienes miedo,
a mis besos carmesí,
a lo que te hace mi boca
o a lo que sientes por mí?
Búscame en tu álbum,
en lo que quedan de tus diarios,
y cuando salgas de tu armario,
como siempre te estaré esperando.
Tocan la puerta,
abre que soy yo,
salúdame a tu madre,
que esto es problemas de nosotros dos.
Pásame una silla,
lee en voz alta mis versos,
invítame a u cuarto
y se parte de mi cuerpo.
Siente, ya no late en mi pecho,
mi corazón, parece que está muerto,
puedes revivirlo,
sólo tú puedes hacerlo,
con uno sólo de tus tiernos besos.
Préstame tu ropa,
invítame a vivir contigo,
dile a la loca de tu madre
cuán feliz eres conmigo.

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